RAFAEL MARIN MARIN

Roderic Ai Camp en su libro “La formación de un gobernante”, concluye que la socialización de los líderes políticos en el México post-revolucionario, está fundamentada en cuatro escenarios básicos; la relación padre hijo platicando de asuntos públicos, la edad temprana en que el líder se inicia en política o le interesa, el ambiente donde crecieron y, el estudio y comprensión adquirido en la escuela o con quienes les interesa relacionarse.

En esta misma obra, el autor refiere que Rupert Wilkinson los llama “modales políticos”, resumiendo que éstos en las transiciones políticas de gobierno o cambios de lideratos de partidos políticos forman “la ética del juego limpio y el buen perdedor”.

Y es en efecto, estos escenarios políticos sociales los que deben imperar en la política partidaria y pública, pero sobre todo en quienes se dicen ser actores políticos o pertenecer a la clase del zoon politikon, donde la contienda electoral por el poder en beneficio del pueblo se ejercita y se ejerce desde el diálogo y la concertación, el respeto a disentir, la charla argumentativa y no grito destructivo, que, en México y el mundo, son actualmente utilizados recurrentemente, sin que sea tampoco el escenario que debe imperar en el futuro inmediato.

En México se ha dejado de llamar “tapados” a quienes aspiran a gobernar el país y hoy se les dice “corcholatas”, refiriéndose a tener algo así como cartas presidenciales, que finalmente son aspirantes, aunque como lo menciona Cossio Villegas, son estilos personales de gobernar del titular en turno.

Sin embargo, no basta ser llamado corcholata o querer ser presidente o presidenta de México, por solo querer serlo o estar en el ánimo de quien dirige el país, quien al final de cuentas nunca –como en el pasado del PRI- deja de ser el mayor elector por lo menos para determinar al candidato presidencial.

Se requiere parecer candidato y tener los tamaños políticos y sociales para serlo, lo que implica que reúna las cuatro características de las que nos habla Ai Camp.

Marcelo Ebrard Casaubón, con 64 años de edad, no es un político mexicano improvisado, sino uno con una trayectoria sólida y reconocido renombre en el país y el extranjero. Independientemente de que fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México y actualmente Secretario de Relaciones Exteriores en el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, fue considerado el menor alcalde del mundo por la Fundación londinense City Mayors, precisamente por su estilo personal de gobernar, donde como gobernante, el diálogo y la concertación fue una de sus cartas de presentación con los actores políticos diversos de aquellos tiempos.

Alejado de escándalos familiares y dedicado a su carrera diplomática, hoy Marcelo Ebrad empieza a ser conocido por la sociedad, como un hombre de Estado, pero también estadista, las grandes inversiones extranjeras otorgando seguridad social a trabajadores mexicanos contratados por éstas, habla de un político que quiere hacer las cosas bien y sabe hacerlas. Precisamente su formación académica y política, pero sobre todo su independencia intelectual que no deja de cultivar, lo pone en la carrera presidencial como uno de los mejores candidatos a presidente de México por el partido MORENA, el partido de López Obrador.

Pero no le es suficiente, sino no sabe llegar a la gente y sobre todo conectarse con ella, conociendo la comunidad qué piensa de la inseguridad pública, el narcotráfico, el desempleo, analfabetismo, educación, salud, vivienda, administración y procuración de justicia, migración, municipalidad, federalismo y en sí de la urgente reforma de Estado que requiere México, y cómo o por qué debe atender está todavía pendiente agenda por cumplir por el gobierno de AMLO a escasos 17 meses no concluyó del todo, por lo que éste le apuesta a que la transición en México dure con otro gobierno morenista por lo menos 12 años, que en el comparado internacional podría llegar a 18.

Sin dejar tirado su trabajo de canciller, porque ahora se reúne con cónsules mexicanos en Estados Unidos, pero sobre todo con transparencia en la utilización de recursos para desempeñar su función pública, Marcelo Ebrad empieza a recorrer el país, allegándose de más adeptos, pero sobre todo dejando cada vez que se conecta con la sociedad, una sensación de que se tiene en él, un fuerte aspirante morenista a la presidencia de México, con un discurso renovador, conciliador y conocedor de la problemática nacional, viendo sus adversarios políticos de otros partidos y del suyo propio, un hombre que no se deja mangonear por nadie y atiende las cosas por lo que le dicta su conciencia. Moderado en sus declaraciones, pero enérgico, recorre el canciller en sus ratos libres el país como ciudadano y se le acercan actores políticos de todos los niveles, con una cierta aceptación, por el perfil de estadista que maneja y sabe construir.

El país requiere de nuevos actores políticos más frescos y conocedores de los problemas nacionales, pero sobre todo cercano a la gente, honesto y rendidor de cuentas.

Veremos qué pasa.

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