Siria y Turquía, la emergencia continúa

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Por Mouris Salloum George

Los equipos de rescate comenzaron a retirarse de Turquía y Siria, apesadumbrados por el desastre y el dolor colectivo que tuvieron que presenciar. Así, millones de familias dañadas por el terremoto perdieron la esperanza de encontrar con vida a sus seres queridos -entre los cuales se encontraban miles de niños-.
Los familiares decidieron despedir a los menores con globos multicolores, colocados -como un último regalo- sobre los escombros de los edificios derrumbados por el catastrófico sismo de 7.8 grados, y sus réplicas.
Como es sabido, apenas a dos semanas del insólito terremoto del seis de febrero, los damnificados volvieron a padecer –el 20 del mismo mes- otras fuertes sacudidas de 6.4 y 5.8 grados. Más muertos y heridos. Al 22 de febrero la cifra de víctimas fatales sumaba, en Siria, 5,841 muertes confirmadas; y en Turquía 43,556.
Todo esto aún en una etapa de remoción de escombros lejos de concluir. Las autoridades y rescatistas calcularon al menos el doble de víctimas fatales.
Pero la emergencia continúa. Cientos de miles de personas requieren refugio temporal. En Siria, Unicef calculó que 2.5 millones de niños son damnificados y al menos el doble en Turquía. La población infantil es la más vulnerable.
Según fuentes al menos 140 mil edificios fueron derrumbados o dañados y los que permanecen en pie deben ser demolidos.
En Siria, el impacto fue mayor -tras 12 años de guerra- Impuesta por el terrorismo internacional conducido por el imperialismo y la OTAN, aunado al bloqueo inmoral a la nación siria derivando en una crisis humanitaria de salud y hambruna a la vista de instancias internacionales cortando los suministros básicos para la población civil y provocando hambruna y muerte, especialmente en niños.
Siria clama justicia por las atrocidades cometidas por occidente contra su población civil.
La lección es clara: los eventos catastróficos son una amenaza para el planeta; el mundo debe replantear sus prioridades. Urge hacer un llamado a las potencias para que pongan un alto a su inmoral y creciente gasto armamentista. Sobre sus intereses materiales y hegemónicos deben prevalecer los principios humanitarios de racionalidad y solidaridad.

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